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★*·.·´¯`·.·*★ EL MATE ★*·.·´¯`·.·*★*

 

EL MATE…

    El mate no es
    una bebida. Bueno, sí. Es un
    líquido y entra por la boca.

    Pero no es una
    bebida. En este país
    nadie toma mate porque tenga sed.

    Es más bien una
    costumbre, como
    rascarse.

    El mate es
    exactamente lo contrario que la televisión:

    te
    hace conversar si estás con alguien, y te hace pensar cuando estás solo.

    Cuando
    llega alguien a tu casa la primera frase es ‘hola’ y la segunda:

    ‘¿unos
    mates?’.

    Esto pasa en
    todas las casas. En la de los ricos y en la de
    los pobres.

    Pasa entre
    mujeres charlatanas y chismosas, y pasa entre
    hombres serios o

    inmaduros.

    Pasa entre los
    viejos de un geriátrico y
    entre los adolescentes mientras estudian.

    Es lo único que
    comparten
    los padres y los hijos sin discutir ni echarse en cara.

    Peronistas y
    radicales ceban mate sin preguntar.

    En verano y en
    invierno.

    Es lo
    único en lo que nos parecemos las víctimas y los verdugos;

    los buenos y
    los malos.

    Cuando tenés un
    hijo, le empezás a dar mate cuando te
    pide.

    Se lo das
    tibiecito, con mucha azúcar, y se sienten grandes.


    Sentís un orgullo enorme cuando un esquenuncito de tu sangre

    empieza a
    chupar mate. Se te sale el corazón del cuerpo.

    Después ellos,
    con los
    años, elegirán si tomarlo

    amargo, dulce,
    muy caliente, tereré,

    con
    cáscara de naranja, con yuyos, con un chorrito de limón.

    Cuando
    conocés a alguien por primera vez,

    te tomás unos
    mates.

    La gente
    pregunta, cuando no hay confianza:

    ‘¿Dulce o
    amargo?’.

    El otro
    responde:’Como tomes vos’.

    Los teclados de
    Argentina tienen las
    letras

    llenas de yerba.

    La yerba es lo
    único que hay siempre, en todas
    las casas.

    Siempre. Con
    inflación, con hambre, con militares,

    con
    democracia, con cualquiera de nuestras pestes y maldiciones eternas.

    Y
    si un día no hay yerba, un vecino tiene y te da.

    La yerba no se
    le
    niega a nadie.

    Éste es el único
    país del mundo en donde la decisión
    de dejar

    de ser un chico y
    empezar a ser un hombre ocurre un día en
    particular.

    Nada de
    pantalones largos, circuncisión,

    universidad o
    vivir lejos de los padres.

    Acá empezamos a
    ser grandes el día que
    tenemos

    la necesidad de
    tomar por primera vez unos mates, solos.

    No
    es casualidad. No es porque sí.

    El día que un
    chico pone la pava al
    fuego y

    toma su primer
    mate sin que haya nadie

    en casa, en ese
    minuto,
    es que ha descubierto que tiene alma.

    El sencillo mate
    es nada más y
    nada menos que una

    demostración de
    valores…

    Es la
    solidaridad de
    bancar esos mates lavados porque la charla es buena.

    Es querible la
    compañia.

    Es el respeto
    por los tiempos para hablar y escuchar,

    vos
    hablás mientras el otro toma y

    es la sinceridad
    para decir: ¡Basta,
    cambiá la yerba!’.

    Es el
    compañerismo hecho momento.

    Es la
    sensibilidad al agua hirviendo.

    Es el cariño
    para preguntar,
    estúpidamente, ‘¿está caliente, no?’.

    Es la modestia
    de quien ceba el
    mejor mate.

    Es la
    generosidad de dar hasta el final.

    Es la
    hospitalidad de la invitación.

    Es la justicia
    de uno por uno.

    Es
    la obligación de decir ‘gracias’, al menos una vez al día.

    Es la
    actitud ética, franca y leal de encontrarse sin mayores

    pretensiones
    que
    compartir.

 ¿TE SENTISTE
INCLUÍDO?

Compartilo
entonces con quienes alguna vez tomaste un mate
  o

con aquellos que te
gustaría tomarte unos mates…

Que tengas

un Lindo

Dia

Una respuesta

  1. Alfredo

    Para mi semi dulce ja ja,,,,,,,,,,,,,,,, que lindos que son los mates.Buen fin de semana

    24 abril, 2010 en 23:25

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